“Las leyes se han hecho para el bien de los ciudadanos.”
Marco Tulio Cicerón
Haciendo una reflexión, acorde al concepto clásico de Derecho según Eugene Petit, el Derecho, como conjunto de reglas que rigen las relaciones sociales1, es tan extenso como las actividades que realiza el ser humano; y, aunque reactivo, necesariamente se ha transformado y adaptado a los cambios sociales que ha habido a lo largo de la existencia del ser humano en la Tierra, cumpliendo su función reguladora de las relaciones entre los seres humanos. Más rígido o más
flexible, más simple o más complejo en algunas sociedades que en otras, pero presente en todas.
La vida cotidiana es regulada por el Derecho
Por lo general, todas las personas realizamos nuestras actividades cotidianas de forma automatizada, y nunca reparamos en pensar que todo aquello que efectuamos, se encuentra regulado por la ley.
Desde situaciones tan sencillas y comunes como realizar una compra en el mercado o utilizar un autobús o cualquier otro medio de transporte para trasladarnos de un lugar a otro; hasta acontecimientos más particulares y específicos que regulan la vida misma de un ser humano como el registro del nacimiento de un bebé o el de la defunción de una persona. Todos de una u otra manera somos sujetos de aplicación del Derecho, y cuando esa regulación es conveniente y apropiada, por ser basada en un auténtico análisis de necesidades sociales y precisamente decretada con el claro objetivo de resolver de forma efectiva una problemática social entonces ésta es aceptada con beneplácito por la
sociedad de tal manera que incluso de forma inconsciente seguimos las normas y actuamos siempre dentro de ese marco de regulación colectiva.
Sin embargo, en estos tiempos en que los cambios y las necesidades sociales son más vertiginosos y variables, las autoridades encargadas de crear las leyes, a veces nos sorprenden cuando, tergiversando la génesis o los motivos de alguna reforma, de manera más que obvia politizan y parcializan las decisiones en favor de tal o cual partido político, creando el recelo, desconfianza y aversión de una sociedad, cada vez mejor informada y más participativa, por esa incongruencia legislativa.
Las leyes debes legislarse en el favor colectivo
La creación de las leyes no es una cosa fácil, pero tampoco imposible. Para ello deben dejarse de lado los abanderamientos partidistas y los beneficios personales, en bien de la colectividad. Analizar adecuadamente la realidad de cada problemática social y buscar su mejor y efectiva solución a través de esa creación de leyes o de reformas a las ya existentes que puedan ser material y debidamente cumplidas.
Reconociendo la función que tiene el poder legislativo dentro de la organización de nuestro Estado, éste debe tener presente que su facultad implica también de manera simbiótica la obligación de que el Derecho o la ley que genere, parafraseando a Marco Tulio Cicerón, precisamente debe ser hecho para el bien de los ciudadanos, sin parcialidades por abanderamientos o afanes partidistas o presiones de otra índole. Si una ley no está basada en un auténtico análisis de las necesidades sociales y decretada con el claro objetivo de resolver de forma efectiva una problemática social, subsistiendo la parcialidad y politización en las decisiones del órgano legislativo se corre el inminente riesgo de crear en perjuicio de la sociedad y del Estado, no sólo descontento sino, en el peor de los escenarios, caos social y anarquía: el revés del Derecho.
Autor: Mtro. José de Jesús Álvarez Ponce
1 Petit, Eugene, Tratado Elemental de Derecho Romano, Ed. Época, S.A. reimpresión 1985, pp. 15